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miércoles, 24 de marzo de 2010

15. La caída de Vadertini

16.


Se estaba haciendo de noche, e Ibiza despertaba de nuevo. Con ellos, los vampiros del hotel Sunshine. Y todos los demás.

Vadertini llevaba una hora haciendo pruebas con el termostato del Jacuzzi. Necesitaba una pieza que no sabía dónde estaba.

Entró en la recepción y le guiñó un ojo a Mamaje.

- Oye, preciosa, ¿Sabes si ha vuelto Felicity?
- No, todavía.
- Bien. ¿Podrías decirme dónde guardáis las cosas del Jacuzzi? ¿Las piezas de recambio?
- En la habitación de debajo de la piscina.
- Muchas gracias. Cuando acabes tu turno te invitaré a una copa. – y dicho eso se volvió a marchar.
Mamaje sonrió y volvió al ordenador. ¿Cuánto tardaría Lileath en aparecer? Tenía que ir al despacho de Felicity y buscar algo sobre su vida. Alguna foto, algún documento que poder darle a Dorian para que la dejara en paz.

Fuera, Vadertini se dirigió por el jardín hasta la zona de las piscinas. Aún no se habían encendido las luces pero apenas se veía ya nada. dedujo que serían cerca de las 6 y media de la tarde. Entró en la habitación, en la cual pese al clima de fuera, hacía bastante calor. Se remangó la camisa y miró a su alrededor.

Empezó a mirar en cajas de embalaje. Y encontró la que ponía “Jacuzzi”. La bajó al suelo y empezó a buscar dentro. De pronto, un aire frío le rozó la cara. Se levantó y miró a todos lados. Con la linterna apuntando a todos los rincones de la pequeña habitación.

“Una corriente” – se dijo y siguió buscando.

De pronto, por el rabillo del ojo vio una figura. Ya estaba empezando a mosquearse.

- ¿Hay alguien ahí? – cogió la llave inglesa que tenía en el cinturón de trabajo y la blandió amenazadoramente – no soy amigo de las bromas – gritó.

Pero nada se movió. Estaba sólo. Con las manos aún temblorosas volvió a rebuscar en la caja, pero sin perder de vista lo que lo rodeaba. Encontró la pieza. Y se apresuró a salir del recinto. Cerró la puerta y suspiró.

Acto seguido sonrió nerviosamente por sus “paranoias”. Pero la sonrisa se le congeló en el rostro. Cuando notó como alguien le daba un fuerte golpe en el cuello y empezaba a notar el cálido flujo de la sangre, bajándole por el pecho. Quiso gritar, pero sólo un gorgoteo ahogado salió de su boca. Fue resbalando hasta el suelo a medida que iba perdiendo la consciencia. Dejando escapar la vida.

Interior

Lileath apareció con su estilismo de los años 80.

- Buenos días… - Saludó. Mamaje se apartó con temor de ella.
- Hola… Oye… ¿Puedes quedarte aquí un momento tengo que ir a por unos papeles al archivo.
- Si claro

Y sin más demora, Mamaje salió al pasillo y se dirigió al despacho de Felicity. La puerta estaba cerrada.

- Mierda… - Murmuró. Y miro la cerradura evaluándola.
- ¿Necesitas ayuda? – Dio un respingo.
- Tengo que coger unas fichas del archivo. – contestó ella a Wölf. – Y Felicity no está.

El chico la sopesó con la mirada unos instantes. Luego sonrió

- Pues es tu día de suerte. Resulta que tengo una llave del despacho – Dijo y sacó una cosa del bolsillo.

Mamaje no preguntó por qué tenía una llave del despacho de la jefa. Wölf abrió la puerta.

- Cuando termines, cierra y dame la llave. Dile a Felicity que te he abierto yo si te la encuentras.
- Gracias.

Tras una reverencia, El chico desapareció. Mamaje se quedó flipando de lo fácil que había sido todo. Un súbdito escalofrío le recordó que tenía cosas que hacer. Entró y cerró la puerta. El despacho estaba impoluto. Pero con demasiadas estanterías. Muchos cajones con ¿Códigos de seguridad?.

“Que raro” Pensó

Intentó empezar por lo que tenía al alcance. Alguna carta, algún papel que le diera una pista para empezar a buscar.

Facturas, cartas del banco, reservas, “propaganda”… en definitiva NADA.

Se sentó en la silla y miró al vacío. De pronto, en su ángulo de visión apareció una figura que la hizo temblar de los pies a la cabeza.

- Veo que estás haciendo lo correcto. Aunque con un “poquito” de ayuda – Dorian se acercó a ella y le acarició el pelo casi con ternura.
- ¿Lo de Wölf has sido tú? Pues aquí no hay nada – Dijo ella con voz tensa.
- Si… si que hay pero muy escondido. – le acarició la clavícula con un dedo helado.
- ¿Y como me hago con ello? – Él la miró a los ojos.
- Paciencia… - de pronto su mano, que había empezado el descenso por su escote, se detuvo – será mejor que salgas de aquí. Tu jefa, está a punto de llegar…

Y sin saber cómo. Mamaje se vio tele-transportada al baño del bar. Estaba sola. Se apoyó en el mármol y empezó a sollozar.


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